Mi hijo no quiere hacer tareas: estrategias desde el juego y la motivación

Mi hijo no quiere hacer tareas: estrategias desde el juego y la motivación

Si las tardes en casa se convierten en una lucha para que tu hijo haga sus tareas escolares, respira, no solo les pasa a ustedes. Muchos padres atraviesan por esta situación y se preguntan qué hacer cuando los niños no quieren hacer tareas. Entendemos muy bien la frustración que sientes y la preocupación por encontrar formas de ayudarlos a resolver este rechazo a los deberes y responsabilidades académicas. En este artículo queremos proponerte estrategias desde el juego y la motivación, para transformar la rutina escolar en algo más amable, divertido y significativo.

Recuerda que a veces el rechazo a las tareas no tiene que ver con flojera o falta de interés, sino con cómo se sienten los niños frente a la presión, la dificultad o incluso el aburrimiento. Por eso, cambiar el enfoque puede marcar una gran diferencia. 

1. Convierte las tareas en un juego

Jugar es el lenguaje natural de la infancia. Aprovecha eso para que las tareas no se sientan como una obligación pesada, sino como una actividad en la que puedan disfrutar juntos. Puedes usar dados para elegir por cuál tarea empezar, hacer una ruleta de colores, inventar un personaje que los acompañe mientras trabajan o convertir cada ejercicio en un mini reto. Por ejemplo, puedes decir algo como: “Vamos a convertirnos en exploradores y resolver estos 5 acertijos para pasar al siguiente nivel”. ¡Todo cambia con una historia detrás!

2. Crea un espacio motivador y bonito

A veces el entorno influye más de lo que imaginamos. Un lugar bien iluminado, con colores suaves, materiales accesibles y un toque de diversión puede invitar al niño a sentarse y concentrarse. Busca muebles que se acomoden a sus cuerpos para que el cansancio y fatiga física no sean un impedimento para lograr los objetivos de la tarde. Deja que decore su propio espacio para estudiar: con dibujos, frases bonitas y positivas o incluso su personaje favorito. Recuerda que un escritorio propio y una rutina clara pueden darles sensación de autonomía y orden.

Entérate de cómo crear el espacio perfecto para el estudio, aquí.

3. Usa refuerzos positivos (¡sin premios materiales!)

Motivar no significa siempre premiar con cosas. A veces basta con una palabra amable, una nota con un dibujo, un aplauso, o 10 minutos extra de juego después de terminar. El refuerzo positivo les muestra que valoramos su esfuerzo más que el resultado.

Frases que ayudan:
– “Sé que esto es difícil para ti, pero me encanta que lo estés intentando.”
– “¡Qué buen trabajo hiciste al concentrarte hoy!” – “¡Yo sabía que podías lograrlo!”

4. Da libertad para elegir (¡aunque sea un poco!)

Cuando los niños se sienten parte del proceso, su actitud cambia. Puedes ofrecer opciones dentro de lo posible:
– ¿Prefieres hacer primero matemáticas o comunicación?
– ¿Usamos lápices de colores o plumones?
– ¿Te gustaría hacerlo en la mesa o en una alfombra con cojines?

Esa pequeña dosis de elección les da un sentido de control y reduce la resistencia.

5. Establece una rutina flexible (pero constante)

Los niños necesitan estructura, pero también comprensión. Una rutina clara con horarios definidos, pausas para moverse o jugar, y tiempo para compartir puede ayudar a bajar la tensión. No se trata de exigir más, sino de hacer el momento más predecible y llevadero. Usa un calendario visual con dibujos o stickers para que él mismo vea cómo avanza la semana.

6. Sé su compañera, no su jefa

Transforma el momento de tareas en una oportunidad para estar juntos. En lugar de supervisar desde lejos o corregir constantemente, acompáñalo con paciencia. Puedes sentarte a leer algo cerca, hacer tu propia “tarea” avanzando trabajo pendiente o simplemente estar disponible sin presionar.

“Mi hijo no quiere hacer tareas: estrategias desde el juego y la motivación” nos recuerda que detrás del rechazo muchas veces hay emociones, cansancio o falta de conexión. La clave está en cambiar el enfoque: menos lucha, menos culpa, más juego; menos control, más confianza. Con un poco de creatividad y mucho amor, el sentido de responsabilidad se puede construir sólidamente y las tareas pueden dejar de ser un campo de batalla y convertirse en un espacio de encuentro y aprendizaje.