“¡No hagas eso mamá, qué vergüenza!”, una frase que vas a escuchar mucho si tus pequeñas y pequeños ya están entre los 9 y 12 años. Todo solía ser amor y buen trato (cuando no se están arrancando los pelos, claro), pero últimamente toda interacción con ellos va amarrada a una mirada desaprobatoria, a una actitud que ni ellos entienden y una sensación de abandono de parte de nuestros hijos que no parece tener explicación. Y te cuesta mucho entenderlo porque “aún no son adolescentes”, te dices.

¿Qué pasó con esos niños que ansiaban tus abrazos, reían de cada baile o broma que hacías y siempre , siempre querían pasar tiempo contigo?. ¿Dónde quedaron las promesas de amor infinito que te hacían mientras acariciaban tu rostro con sus manitos chiquititas llenas de plumón, barro y comida?, ¿Por qué hoy solo te miran feo?. La respuesta es que han alcanzado la preadolescencia y quedan  más opciones que afrontarlo. 

Pero lo cierto es que a pesar de este rechazo del que hoy eres objeto, tus hijos aún necesitan mucho de ti, pues están a puertas de una etapa que los cambiará definitivamente y para siempre. Tienes que saber que este camino no será agradable y tampoco será amable, pero puedes encontrar formas de hacer que la transición a la adolescencia sea un poco menos tormentosa. Hoy compartimos contigo algunos consejos sencillos que con determinación y actitud positiva, te ayudarán a transitar el espeluznante camino a la adolescencia de tus hijos.

Tiempo de calidad

Aunque te van a decir “no” muchas veces y casi a todo, no lo tomes a mal. Esto es parte de un proceso y tus niños deben transitarlo de la mejor forma posible. Se van a alejar de ti y se van a acercar mucho a sus amigos. La distancia de esta etapa es necesaria para que los niños construyan su propia identidad, pero ten paciencia, no será para siempre y ellos volverán.

Durante este tiempo es muy importante que les dediques tiempo de calidad, no importa si tienes dos horas o 30 minutos. Asegúrate de  estar  realmente presente en ese momento y no leas o contestes mensajes en tu teléfono mientras tanto. Que sientan que estás ahí y que es donde quieres estar.

Escucha con atención

En esta etapa de los niños la mejor es escuchar sin hacer tantas preguntas y esperar que ellos compartan la información por “voluntad propia”, pues si insistes y los sobrecargas de preguntas, es probable que se alejen. Pero esto no significa que no debas preguntar, solo que tus preguntas deben ser las necesarias para que ellos se sientan cómodos y cuenten la historia completa.

Es muy importante que cuando compartan lo que sucede contigo, no juzgues a otros niños o a ellos. Pregúntales qué piensan de lo que ha sucedido y con suavidad ofrece tu opinión, pero siempre valida sus ideas. 

Habla sin miedo

Mientras los niños crecen, los temas de conversación van cambiando de color y se vuelven cada vez más serios. Muchas veces no es fácil abordar ciertos temas, pero sin duda es necesario hablar de todo, incluso si se trata de sexo y de dorgas.

El universo de los niños se mueve constantemente y el acceso a la información sin supervisión, puede ser contraproducente creando ideas falsas y por lo tanto peligrosas sobre las relaciones interpersonales o el consumo de algunas sustancias. Pregúntales qué saben de esos temas o qué piensan qué sucede entre una pareja, si conocen a alguien que tome drogas y qué opinan al respecto. Lo mejor siempre será que hables con naturalidad de todos los temas, incluso de los más incómodos, creando el hábito de la comunicación con tus niños. No les mientas, si siempre hablas con la verdad por incómoda que esta sea, ellos sabrán que pueden confiar en ti.

No exageres

Cuando tus hijas e hijos te cuenten algo sobre otro niño, debes guardar la proporción de las cosas y no exagerar sobre cuán malo o poco bueno es lo que hicieron. Responde con calma, pregúntales qué piensa, qué harían ellos y cómo creen que se puede resolver la situación. Comparte tus ideas sobre lo sucedido, pero sin hacer de eso algo terrible (aunque lo sea).

Pero si lo que ha sucedido afecta directamente a tus hijos, valida sus emociones, ayúdalos a expresar lo que sienten y piensan y trata de que no se queden con el corazón cargado de esos sentimientos. Ayúdalos a soltar y superar lo que haya pasado. Asegúrate de recordarles que siempre pueden contar contigo y que juntos pueden resolver lo que sea. Es indispensable  que se sientan respaldados. Resuelve entre adultos lo que haga falta sin que tus hijos sientan que estás haciendo un “problema” de lo ocurrido.

El cuidado de su cuerpo

Las niñas y niños preadolescentes empiezan a ser muy conscientes de su cuerpo y su apariencia. Estar pendientes de cómo lucen no debe ser algo que ocupe todo su tiempo, pero tampoco debe ser visto como algo malo. Los niños (al igual que cualquier persona) son una suma de habilidades y cualidades físicas, cognitivas y emocionales, son un conjunto de todo, por lo que cada aspecto de su persona debe ser atendido, trabajado y potenciado dentro de sus posibilidades. Los preadolescentes con sobrepeso suelen sentirse en desventaja, se retraen y dejan de socializar con otros niños y en algunos casos esta inseguridad sobre su físico puede desencadenar una depresión que con frecuencia pasa desapercibida y se confunde con timidez. Es por esto que el cuidado de su cuerpo es tan importante como cultivar sus mentes. Ayuda a tus hijas e hijos a comer bien, a hacer ejercicio o algún deporte, a estar fuertes y sanos, pero no como una preocupación frívola, si no como un compromiso con su propio bienestar. Encuentra el equilibrio entre su mente, su cuerpo y su corazón.

Tus hijos van a atravesar tiempos agitados, de cambios, penas y muchas dudas y no puedes evitarlo, pero sí puedes hacer que sepan que cuentan con su familia, que pueden hablar contigo, que los apoyas hasta en los momentos más oscuros y que los amas incondicionalmente hoy y para siempre.