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De Má a mamá: El confinamiento y las verdaderas necesidades de los niños

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Seguro casi todos los padres del mundo nos estamos planteando las mismas preguntas: ¿Cuándo volverán mis hijos al colegio?, ¿Será en marzo del del año que viene?, ¿La educación desde casa se extenderá hasta finales del 2021? 

Nada está claro dentro de este incierto panorama, pero seguimos tratando de inventar nuevas dinámicas familiares que nos permitan llevar la casa y la familia de la mejor forma posible, encontrando espacios para el juego, el cariño, el trabajo, el crecimiento y el aprendizaje.

Algunos días estoy muy al tanto de lo que siento que hemos perdido, como cuando veo nuestra libertad condicionada a preservar nuestra salud y la de otros, o a poner en práctica formas seguras para movilizarnos por la ciudad,  teniendo siempre muy en cuenta que si no es necesario salir de casa, debemos permanecer dentro de ella. Es imposible no tener presente que los abrazos con quienes no compartimos nuestro hogar, se posponen hasta nuevo aviso, pues entregarnos al placer maravilloso de ser  fuertemente apachurrados para decirnos cuánto nos queremos, significa ponernos y poner a otros en riesgo. Y claro,  cómo no recordar que nuestros hijos están privados de una herramienta indispensable para su desarrollo: la socialización con sus pares (y no tan pares).

Pero a pesar de todo, soy consciente de que esta es la única forma de sobrellevar esta situación insospechada  para la que no estaba preparada y que a todos nos sorprendió de manera nada positiva. Y esto es lo que yo siento y (probablemente) lo que siente la gran mayoría de padres, pero ¿ qué piensan de esto los niños? ¿Qué sienten esos corazones en constante movimiento?.

Mientras sigo esperando escuchar en el noticiero que es seguro enviar  de vuelta al colegio a mis pequeñas fieras, ellas se sienten diferente con respecto a esta situación, pues ahora nos tienen siempre a su lado y no voy a negar que en un tiempo acelerado como este, mamá y papá  estamos casi siempre ocupados, o trabajando, o fuera de casa, o intentando terminar un curso para ser mejores profesionales o solamente muy cansados de todo lo anterior para dedicar tiempo de calidad a nuestras niñas, aunque debo decir (con orgullo) que siempre nos esforzamos por lograrlo. Y no es que me esté auto flagelando por tener que repartirme entre muchas cosas a la vez, solo se que, aunque no es el escenario ideal,  esta es una foto instantánea de lo que sucede en la mayoría de hogares, al igual que en el mío. 

Los corazones de mis pequeñas niñas están divididos entre la alegría que les dará el día en el que vuelvan a  estar junto a  sus compañeros y la tranquilidad de estar en casa con sus padres, ahí cerquita para responder  cada una de sus muchas (muchísimas) preguntas, mientras que el corazón de sus padres se divide entre la posibilidad de retomar la escolaridad y la de obviarla por completo.

Pero bueno, es muy posible y altamente probable que, así como mis hijas, muchos niños se sientan a gusto y hasta felices, con esta nueva realidad en la que pasan más tiempo con mamá y papá (o con quien conforme su familia nuclear). Y no se me ocurriría pretender que alguien crea siquiera que la vida transcurre como en una película donde todos los días son buenos y amables, donde estar siempre juntos es lo mejor del mundo mundial y nadie tiene malos momentos, pero una cosa sí es segura: estando en casa hay más tiempo para los abrazos, las palabras de aliento y el acompañamiento amoroso (que la verdad va de nosotros a ellas, tanto como de ellas hacia nosotros). Lo que a su vez significa que sin duda hay más momentos en los que me encierro en el baño y finjo no escuchar sus enérgicos requerimiento constantes o peleas, las que me hacen querer despellejarme a mi misma.

Es verdad, nada está claro en este tiempo tan extraño, pero lo que sé con certeza  es que mis dos hijas extrañan su colegio, extrañan el parque y el juego con amigos, extrañan abrazar a sus abuelos sin temor a condenarlos a una muerte solitaria y dolorosa, extrañan correr sin tapar sus caritas risueñas y extrañan ensuciarse a la hora de jugar sin pensar en las terribles e irreversibles consecuencias que eso podría traer, pero también sé ques son felices despertando a las  8am y no a las 5:30am para estar listas  a tiempo y no hacer esperar a la movilidad, les encanta ver a su papá todo el día y no sólo 30 minutos antes de  dormir como antes. Disfrutan  la posibilidad de ayudar a lavar los platos cualquier día de la semana y no solo los sábados y domingos y son felices los días que las responsabilidades del cole terminan temprano y no hay que esperar hasta volver a casa para jugar a todo y a nada durante la tarde, hasta el punto de aburrirse y querer ordenar su cuarto sin que se los pida.

Se que anhelan el día en el que otra vez prepararán sus mochilas y loncheritas para ir al colegio con todos sus amigos. También sé que cuando ese día llegue sus corazones se van a quedar con ganas del tiempo que vivimos en una película post apocalíptica con máscaras y mucho miedo, pero juntos en casa queriéndonos como siempre y con el tiempo de demostrárnoslo como nunca.

Escrito por: Alida Werner

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