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Mi cuerpo no es mío: La recuperación del cuerpo luego del parto

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Tu cuerpo maravilloso es una máquina perfecta de fabricar personas ¿Lo puedes creer?. Durante 9 meses el milagro de la vida ha sucedido dentro de ti. De ser nada pasó a ser algo y luego a ser todo: una persona completita con ojos, párpados, uñas, pies, piernas, manos, corazón y hasta mocos y legañas . Pero para lograr toda esta magia que la ciencia tiene cómo explicar, tu cuerpo ha pasado por una serie de cambios que a ti aún te cuesta aceptar.

Mientras tu bebé crece cada día románticamente al ritmo de caricias en tu panza, tú creces junto con ella o con él. Quieres hacer pila 52 veces al día y otras tantas durante la noche. Todos tus órganos internos se mueven y apachurran para darle espacio al  bebé, no puedes dormir de cualquier lado, tu pelo cambia, tu pies cambian, tu cara se transforma y tu visión del mundo también.

Te preparas y te convences de que cuando nazca, volverás a ser tú misma.  Y llega el día en el que por fin lo respiras profundo y sientes el olor tibio que sale de su cabecita y que sella para siempre ese amor que no tiene una explicación racional y que te hace olvidar el dolor y el gran esfuerzo que acabas de hacer para que tus caderas se separen y puedas parir a una micropersona de entre 2 y 4 kilos. ¡ Bravo!  Eres increíble y eso es un hecho irrefutable, pero aún no eres tu misma y tu cuerpo está lejos de ser tuyo otra vez.

Has cambiado mucho y sigues haciéndolo y tal vez este es el momento en el que sientes que no sabes quién eres. 

Te han dicho que amamantar crea un vínculo poderosos entre ustedes  y también te han dicho que duele, pero la verdad es que realmente duele y eso nadie te lo puede contar.  Tu cuerpo le pertenece a la maternidad y todo lo que eso significa: es una camita para hacer siestas perfectas, es un dispensador de comida rápida,  es el bunker más seguro del mundo, es una fuente inagotable de juego y risa, es la máxima representación de la fertilidad y es que eres mamá. Las hormonas revueltas y la producción de alimento te pueden llevar en un minuto a sentir  que eres una de las chicas superpoderosas y un trapito viejo y chupadito al siguiente. Y lloras cada vez que suenan sobre el techo de tu cuarto los tacones de tu vecina de arriba, o porque tu ringtone te pone sensible, o se acabaron las galletitas de arroz que estos días te encanta comer o porque no puedes dejar de pensar que cualquier cosas podría pasarle a tu bebé y solo tú puedes protegerlo de lo malo que hay en el mundo . Y de nuevo sientes que tu cuerpo no es tuyo y es solo  una herramienta de bienestar.

Tu tiempo se pasa entre atender a un recién nacido, cerrarte bien la faja postparto, amamantar o dar biberón a un ser demandante y  exigente, cambiar pañales, sacar chanchitos, desmayarlo a punta de “arrurrú mi niño” y volver a empezar todo otra vez. Y quizás hoy no lograste ni entrar a la ducha, y menos ponerte el aceite de argán en las puntitas del pelo porque está un poco seco, pero con la lactancia se te cae tanto que ya casi ni te provoca llevarlo suelto.

El doctor dice que amamantar a tu bebé estimula los movimientos del útero que sigue haciéndose chiquito dentro de ti a la velocidad de un caracolito del jardín, pero hay que seguir adelante con fé, como cuando (entre 4 y 6 semanas después del nacimiento) al fin decides retomar el sexo, pues si pariste de manera natural o  por cesárea, existe un temor (que más parece un terror) a que algo se rompa o se descoza al calor del amor, si lo haces antes que el doctor te dé luz verde para la acción y no te fíes de la leyenda urbana que dice que mientras des de lactar estás recontra protegida, aunque tal vez quieras preguntarle a la vecina mamá de 6 bendiciones,  ¿cuál es su método anticonceptivo?, para no usarlo, claro.

Pero el tiempo sigue pasando mientras vás conociéndote de otra manera y te vuelves una experta en combinar los pañales, las risas, la lactancia, los nuevos descubrimientos y los baños calentitos con la grata sorpresa de que ya es tiempo de meterle 2cm por cada lado a tu faja postparto y que el jean de siempre está a un pelito de cerrarte. Ya te sueltas el pelo de  vez en cuando y los episodios de mastitis (muy frecuentes en una primera etapa) son solo un recuerdo que todavía duele pero con el orgullo que te deja una herida de guerra.

De pronto un día te miras al espejo sin mayor expectativa y te descubresa ti, has vuelto, pero mejor que nunca. Tu eres tu otra vez, en una mejor versión de tí misma que no tiene más explicación que la experiencia, la fuerza, el amor y las hormonas en su lugar. Entonces sientes que de nuevo tu cuerpo es tuyo y que eres superpoderosa, y (si es posible) un poquito más bella que antes, y no importa cuantas veces se te escape un chorrito de pila por insistir en saltar en la cama elástica, o toser, o reír con mucho entusiasmo, tampoco importa si tu bikini no cubre del todo las estrías que  se quedaron en tu piel después de gestar un pequeño paquidermo o la forma en la que tus pechereques caen como bolsitas de té sobre tu pecho. Tu has cambiado, tu cuerpo ha cambiado, tu amor ha cambiado y tu visión del universo también, pero eres más increíble y fuerte que antes. Y hoy, definitivamente, tu cuerpo de nuevo es tuyo.

Esto es lo que pasa cuando "Papá Noel" no les trae una muñeca o un carrito...

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