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Mamá. ¿jugamos? El juego como herramienta para apoyar su desarrollo

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“Mamá, ¿ jugamos?”, es algo que seguro escuchas a diario y muchas veces. Si es así, eres una suertuda. Que tus hijos aún quieren incluirte en sus juegos significa que estás haciendo algo bien.

Y es que tus niños, desde muy pequeños, tienen la necesidad (y el derecho) de jugar, de hacerlo a su ritmo y de distintas formas. Al principio el juego es simple y repetitivo, como cuando usas tus manos para desaparecer y aparecer una y otra vez en un loop interminable que tal vez para un adulto pierde  sentido cada vez, mientras que para tu bebé es, sin duda, una forma de crear, afianzar y estrechar el vínculo entre ustedes.

Y es que el juego, en sus múltiples presentaciones, tiene un propósito mucho más rico y significativo que solo entretener a los niños, ocupar su tiempo en algo o evitar que se aburran (que por si no lo sabías, no es algo malo). Es en realidad una herramienta, un lenguaje con la capacidad de potenciar y facilitar el desarrollo de nuestros niños en todos sus niveles, ayudándolos en el proceso de construcción de conocimiento e identidad.

La verdad  es que el juego es un asunto serio, contundente y no hay nada simple en él, pues es a través del juego que los niños expresan lo que aún no logran construir en palabras y es la forma en la que aprenden sobre los comportamientos sociales que luego los acompañarán a lo largo de la vida.

Se puede jugar en todo lugar, tiempo y de cualquier forma. Se juega en chiquitito, a escondidas, en papel o en el aire. Se juega con las manos o con todo el cuerpo mientras se usa la voz con determinación o se es un mimo impecable. Se juega para ganar o para saber lo que se siente no hacerlo y a veces se juega para contar eso que no queremos decir, porque escucharlo lo hace difícil. Sea como sea, el juego es beneficioso cada una de las veces y entonces, ¡hay que jugar!

Correr por el parque, campo, playa, jardín o por el barrio, mientras saltan ríen y gritan salvajemente los ayudará a desarrollar su motricidad gruesa, al mismo tiempo que alimenta y fortalece el sentido propioceptivo, haciéndolos conscientes de su cuerpo en el espacio, del movimiento que éste hace y de la sensación que cada acción produce. Al mismo tiempo promueve el fortalecimiento de las habilidades sociales del niño a través del trabajo en equipo, de la comparación con otros como ellos. Aumenta la tolerancia desarrollando la empatía y el respeto por su pares y las distintas formas que tenemos todos de ver el mundo. Todo esto mientras el lenguaje se nutre de las personas que los rodean, creciendo y mejorando a cada momento.

El juego al aire libre siempre es la opción ganadora, lo que no significa que los juegos tranquilos y en casa sean una mala opción, ¡todo lo contrario! Sentarte a jugar con plastilina, papeles, lápices, pintura o cualquier masa sensorial, puede ser tan beneficioso como el juego que se juega fuera de casa, pues la motora fina, la creatividad y sus muchos talentos también necesitan ejercicio. Lo importante es encontrar algo que tus hijos disfruten y tu también, para que el tiempo que pasan juntos sea de calidad y esté lleno de buenos recuerdos en el futuro.

Adentro o afuera, simplemente juega!


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